Apadrinamientos, ¿por qué ahora, cuales son nuestros motivos?
Hace mucho tiempo, alguien me preguntó por qué no se hacían apadrinamientos en Mediterránea, algo muy habitual en otras ONGs. Las razones eran muchas. Por un lado, como organización de voluntarios que es, Mediterránea no tiene el personal para ocuparse de hacer fotos, gestionar cartas o similar que requiere el seguimiento individual de tantos niños. Por otro, pensamos, no era factible “discriminar” a unos niños de otros.
¿Cómo se podían seleccionar a unos sí y a otros no?
Sin embargo, ahora estamos proponiendo apadrinar a unos niños :22 en la escuela Abugida y 10 en la escuela Birhan, aunque pronto se sumarán más. ¿La razón? Ha sido la vida quien los ha seleccionado a ellos. Porque son los niños más desprotegidos de nuestras escuelas.
Niños cuyos padres están enfermos, o que están al cuidado de una abuela, aunque esa abuela sólo tenga una pensión de menos de 5 euros al mes. Niños de los que se hacen cargo sus hermanos mayores, aunque estos solo tengan 17 años y se hayan convertido en involuntarios cabezas de familia cuando sus padres se han muerto o los han dejado.
Niños que están acogidos por una mujer que les quiere con todo el alma, pero que tiene otros cuatro niños más y cuyo marido no entiende por qué tiene que dar de comer a otra boca, cuando apenas les llega a ellos.
Niños a cargo de un padre enfermo de sida que no ha dejado de acudir al trabajo ni un solo día y que les saca adelante de forma ejemplar, pero que sabe que puede tener los días contados.
Niños que son criados por madres enfermas de VIH, contagiadas por un marido que se lo transmitió y que ya ha fallecido.
Niños que están acogidos por una mujer que les quiere con todo el alma, pero que tiene otros cuatro niños más y cuyo marido no entiende por qué tiene que dar de comer a otra boca, cuando apenas les llega a ellos.
Niños a cargo de un padre enfermo de sida que no ha dejado de acudir al trabajo ni un solo día y que les saca adelante de forma ejemplar, pero que sabe que puede tener los días contados.
Niños que son criados por madres enfermas de VIH, contagiadas por un marido que se lo transmitió y que ya ha fallecido.
Son niños con circunstancias especialmente difíciles en una situación ya difícil de por sí, pues no olvidemos que los alumnos de nuestras escuelas están escogidos entre los más humildes, los más desfavorecidos.
Son niños que necesitan algo más, y que sí son diferentes para lo malo, han de serlo también para recibir una ayuda extra. Porque se lo merecen, porque se merecen esa oportunidad.
Porque ni ellos ni nadie se merece vivir en la pobreza extrema, ni ser un niño mendigo en la calle.
Porque sus padres se merecen saber que, aunque les pase algo, aunque estén enfermos, sus hijos van a estar cuidados.
Yo no soy imparcial. Para nada. Conozco a muchos de esos niños. Conozco a muchos de esos padres. Y tengo grabada a fuego a la madre de una de ellas. Le juré que le ayudaríamos cuando supimos que ella estaba enferma, muy enferma. Y me siento orgullosa de Mediterránea, y de que realmente vayamos a ayudarla. Porque, por desgracia, no tengo, ni Mediterránea tiene, esa varita mágica que pudiera curarla (¡ojalá!) pero sí le podemos asegurar que sus hijos van a estar bien. Por eso he apadrinado, por eso espero que haya más padrinos.
Yo tengo la suerte de que, si me pasara algo, no dejaría a mi hija indefensa. Y sólo quiero que esos padres sepan que en su caso será igual.
Stefanie Milla