21/9/10

HISTORIAS DE ADDIS. HISTORIA DE A.


A. es una mujer de Addis, nacida en la mítica Gondar, la Camelot de África, la ciudad de los increíbles castillos y  visita recomendada y hasta  imprescindible si vais a Etiopía.
Hace unos años, A. vivía sola con sus 3 hijos. Trabajaba de cocinera pero enfermó y la echaron de su trabajo. Se quedó sin trabajo, sin casa y en la calle con sus 3 niños, el mas pequeño un bebe.
Si vivir en la calle en Addis es extremadamente difícil para un adulto, para un niño significa no solo estar privado de la mas mínima necesidad, sino estar expuesto a la violencia y al peligro de las mafias que controlan la mendicidad y secuestran niños para su negocio, muchas veces mutilándolos para que den mas lástima y así consigan más dinero.
En este entorno tan hostil, A. decidió renunciar a dos de sus hijos. Conociendo a A. debió ser la decisión mas dolorosa y difícil de su vida. Personalmente me indignan los comentarios esos de: “allá las madres no quieren a sus hijos como nosotros queremos a los nuestros”, “están acostumbradas y tienen varios”...
Pues no, son madres como nosotras y tienen los mismos sentimientos, exactamente los mismos. Ser pobre no te hace ser inmune al dolor y al sufrimiento, no te hace menos madre.
Con su renuncia A. quiso evitar una vida llena de peligros e incertidumbre a sus hijos. Pero le quedo ese mismo dolor profundo de la renuncia, y con ello sabia que tenia que vivir toda la vida, además sin saber  donde estaban, si estaban bien.
Casualidades del destino hicieron que conociésemos a A.
A. era una mujer esquelética, pegada siempre a su niño pequeño que en la época en la que la conocimos tendría poco mas de 1 año.
Contrastaba enormemente el aspecto famélico de A. con el de su hijo. Bien cuidado, nutrido, podía decirse que ese niño tenia brillo.
Era evidente que todo lo que conseguía A. mendigando lo gastaba en comida para su hijo.
A. había estado durante un año entero yendo cada día a pedir noticias sobre sus hijos, sin que nadie quisiese dárselas. Ella no era “nadie”, solo una mujer pobre más.
Finalmente las tenia, y estaba absolutamente feliz al saber que estaban bien.
Cuando A. recibía noticias y veía fotos de sus hijos mayores le caían grandes lagrimones por la cara. Esto me despertaba sentimientos confusos, por un lado me encantaba llevarle noticias de sus hijos, y por otro lado verla llorar, así en silencio; me partía el alma.
.
A. recibía ayuda económica de la familia adoptiva de sus hijos, que no quería que A. se viese en la situación de tener que renunciar a su hijo pequeño por pobreza.
Un día nos dijo: “Yo no quiero que me den más dinero, ya me han ayudado bastante.  Yo lo que quiero es trabajar”.
Para esta época, A. ya estaba recuperada de su enfermedad.
Y le tomamos la palabra, la empleamos en la escuela Abugida hace ahora un poco mas de un año. Querían cogerla de pinche pero nos negamos, dijimos que ella era cocinera.
Y lo demostró, es una gran cocinera.
Y la vida de A. cambió. Y también la de su hijo. Paso de ser un niño muy asustadizo y huraño ( normal al vivir en la calle) a ser un niño feliz y plenamente integrado en la escuela.

Hoy en día A. es jefa de cocina en Abugida, y por merito propio ya que nosotros no intervenimos en estas cuestiones. Su vida ha dado un giro de 360º.
Ojala pudiésemos cambiar la vida de muchas A.