Cuando no tenía dinero pensaba que de mayor compartiría lo que me sobrase con quienes no tuvieran. Pero fui creciendo y para cuando tuve dinero ya había aprendido a desconfiar de las ONGs. Había oído durante años que las ONGs son un negocio, que solo una parte muy pequeña del dinero de sus socios llega a las personas para quienes lo dieron. Y no solo eran rumores, ONGs bien conocidas salen en las noticias por quedarse con el dinero que se les confía. Parecía no haber modo de colaborar con gente de países lejanos sin la sospecha probable de estar siendo timada y llegué a pensar que lo único que se podía hacer es compartir con las personas que uno conoce y contemplar como espectadora pasiva y resignada el hambre y la mala suerte de personas lejanas.
Y así llegué a los treinta y tantos y decidí ser madre… Y acabé siendo la feliz madre adoptiva de mi hijo nacido en Etiopía. Y esas ganas que siempre había sentido de participar en la esperanza de una vida mejor para todos se personalizaron en Etiopía, y ya no eran unas ganas casi resignadas a la pasividad, sentía urgencia por concretarlas, por no dejar pasar el tiempo como hasta ahora, que el tiempo se escurre y desaparece y dicen que cuando llega a su fin uno se arrepiente sobre todo de las cosas que no hizo.
Pero aun así seguía sin hacer más que buscar y no decidirme. Otra madre española de un niño etíope me contó que había enviado dinero al orfanato de su hijo. Yo, cuando fui a buscar al mío, durante mi estancia en Etiopía me sentí algo paranoica, desconfié del personal etíope de mi ECAI y desconfié de la directora del orfanato de mi hijo y enviar dinero al orfanato (a su directora) no era una opción para mí. Encontré a través de internet ONGs que trabajaban en Etiopía. Algunas eran ONGs religiosas y yo creo que muchos etíopes necesitan ayuda pero no sentirse presionados a adoptar una nueva religión, supongo que si me considerase católica pensaría distinto. Otras ONGs daban la impresión de estar todavía bastante perdidas, cómo no, intentando actuar desde una distancia tan grande en un país tan diferente y desconocido. Y cuando algunas ONGs empezaban a hablar de “la amabilidad etíope” y “un país fascinante” a mí me rechinaban los oídos. Todos los países y sus personas tienen su encanto pero también sus defectos, de los que me gusta especialmente oír hablar porque si se ignoran es imposible sacar nada adelante.
En esas estaba cuando descubrí por casualidad el blog de la ONG Mediterránea, que tiene proyectos en distintas partes del mundo, sin olvidarse de quienes necesitan ayuda y están más cerca, en las Islas Baleares. Leí y leí y empecé a tener la sensación de que quizás fuera esta la ONG que yo quería elegir. Me gustaron muchas cosas: Primero, lo que aprendí en su blog sobre Etiopía, lo bueno y lo malo, no solo las maravillas de un país y de sus gentes vistas a través de la fantasía y el deseo. Ahí confirmé que mi desconfianza en Addis Abeba probablemente no fuera tanto una paranoia mía producto del cansancio del viaje como la intuición de algo real, del grado de corrupción en una sociedad donde muchas veces es difícil prosperar sin ella. Leí que Mediterránea se había enfrentado a esta realidad no una, sino muchas veces, al intentar llevar a cabo sus proyectos. Algunos, como su colaboración con la escuela Birhan, tuvieron que interrumpirse precisamente por no aceptar la corrupción y la pérdida de dinero en manos de gente aprovechada.
Segundo, me gustó que en el blog de Mediterránea se contara no solo lo bueno y lo malo de Etiopía sino también la evolución de los proyectos en los que gastan su dinero los socios: dificultades, logros e incluso los fracasos. Es difícil desprenderse del dinero que uno gana si no puede “ver” que ese dinero tiene vida ahí donde lo envías, pero si puedes verlo… entonces da mucha alegría haberlo gastado.
Tercero, me gustó la flexibilidad y la creatividad de la ONG: si un proyecto no puede ser, se deja y se reutilizan en un nuevo proyecto los recursos que ya estaban preparados, como cuando no pudo ser una nueva escuela para niños ciegos después de que ya estaba casi todo organizado, incluso las voluntarias que lo iban a poner en marcha. No se desperdiciaron esos recursos y el proyecto se reorientó inmediatamente a una escuela ya existente para niños ciegos que sí los necesitaban: la Sebeta. Esta flexibilidad es posible porque Mediterránea es una Organización No Gubernamental verdaderamente “no gubernamental” a diferencia de la mayoría: No recibe ningún dinero del gobierno y por tanto no está atada a los proyectos, no tiene que responder por ellos ante nadie más que ante sus socios, y puede así cambiar de rumbo conforme sea necesario, sin atravesar el largo camino de la burocracia.
Cuarto, me encantaron los proyectos en los que se embarca la ONG: no el triste proyecto de llenar estómagos hoy que seguirán vacíos mañana, no construir unas aulas que decaerán porque faltarán profesores o libros o porque sus alumnos estarán hambrientos o porque nadie arreglará esas aulas cuando se estropeen, no llevar muchas cosas de aquí que dificultarán que los negocios de allá prosperen sino más bien ayudar –y si hace falta, mientras tanto llenar estómagos– a que las personas puedan valerse por sí mismas cuando la ayuda se acabe: colaborar en colegios donde además de educación a los niños se les da de comer para que puedan aprovecharla, crear guarderías como la de Abugida para que las madres puedan trabajar en vez de mendigar con sus bebés… Y además dar trabajo en los proyectos a etíopes que lo necesitan y no a españoles: No hay empleados en la ONG, todos aportan su trabajo de modo gratuito y voluntario. Y lleva tiempo y esfuerzo asegurarse de que los empleados etíopes de los proyectos aprenden a hacer las cosas bien y luego supervisar con frecuencia para que las sigan haciendo bien, es decir, para que el dinero no se desperdicie, para que las cosas funcionen.
Todo esto tan bonito podría ser un montaje, una historia que nos venden a los socios para hacernos sentir bien a nosotros y hacerse ricos quienes la han inventado. Pero a diferencia de otras ONGs que he encontrado por internet, donde no había manera por mucho que buscara de poner nombre y apellidos a las personas responsables de la ONG ni modo de poder localizarlos en la vida real, aquí está claro: la responsable de Mediterránea en Etiopía se llama Victoria Baldo y la sede de la ONG, que no tiene gastos ni empleados, que invierte todo el dinero de sus socios en los proyectos, es el centro médico donde ella trabaja. Se gana la vida como médico y sus viajes y alegrías y disgustos en Etiopía no son su negocio, son algo que ella hace porque ella quiere, gratis. Y los socios si lo desean pueden visitar los proyectos de Mediterránea, no solo financiarlos. Incluso podemos participar en ellos como voluntarios si estamos preparados para ello.
Mi búsqueda de una ONG que trabajase en Etiopía, que me gustase y en la que pudiera confiar coincidió con mi búsqueda de la madre de mi hijo. Solo tenía su nombre y no sabía cómo encontrarla y era algo que me urgía cada vez más, quería poner todo de mi parte para que mi hijo no perdiera del todo a la madre que lo parió, para que creciera sin sentir ese vacío. Desorientada, se me ocurrió escribirle un email a Victoria aunque no la conocía. No sabía de nadie más que conociera el país y pudiera aconsejarme. Así que con mucha vergüenza por molestarla con asuntos que no eran de su incumbencia ni tenían nada que ver con Mediterránea le escribí ese email… ¡Y al rato ya tenía su respuesta! Tenía pensado hacerme socia de Mediterránea, pero comprobar que Victoria no solo era una persona de verdad sino que se podía contactar con ella tan fácilmente y que estuvo dispuesta a ayudarnos sin conocernos de nada fue para mí el empujón que me hizo pasar de querer hacerme socia de Mediterránea a llenar la solicitud con mis datos, enviarla y serlo. Desde entonces leo todavía con más interés las entradas de su blog. ¡Me encanta formar parte de Mediterránea!
Lurdes Escario.
Lurdes Escario.